¿Si te dijera que existe una píldora que al tomarla a diario produce unos beneficios brutales en la salud, supongo que la querrías, no? La buena noticia es que es una realidad. Existe y se llama actividad física. ¿La mala? Que no sé porqué, pero muchos se resisten a tomársela a pesar de sus numerosos beneficios.

¿Cuál sería la dosis idónea? Pues depende de cada persona en concreto. Habría que usar los estímulos adecuados para producir un entrenamiento efectivo y alcanzar los objetivos establecidos. Aquí llega el punto en el que tengo que barrer para casa, pero es que es así. Es a los Licenciados o Graduados en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte a los que nos toca desarrollar el «fármaco» o dosis de ejercicio físico adecuado escogiendo los componentes necesarios para cada individuo. Esta dosis de ejercicio físico no va a ser la misma para una persona con hipertensión, que para un obeso, para una persona con una patología del raquis o simplemente para una persona que quiera mejorar su condición física general que no presente patologías de ningún tipo.

Existen numerosos estudios que evidencian los beneficios de la actividad física en diferentes patologías y para la mejora de la calidad de vida en general. Entre estas publicaciones cabe destacar una revisión de estudios (Evidence for prescribing exercise as therapy in chronic disease) que hace la Scandinavian journal of medicine and science in sport del año 2006, en el que abalan la prescripción de la actividad física como terapia. Esta extensa y completa revisión demuestra la eficacia de la prescripción de ejercicio como terapia en:

  • trastornos metabólicos (resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, dislipidemia, hipertensión, obesidad);
  • enfermedades de corazón y pulmonares (enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedad coronaria,insuficiencia crónica cardíaca);
  • enfermedades del músculo, del hueso y de las articulaciones (artrosis, artritis reumatoide, osteoporosis, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica) y;
  • el cáncer, la depresión, el asma y la diabetes tipo 1.

Para cada enfermedad, revisaron el efecto del tratamiento con ejercicios sobre la patogénesis (origen y evolución de la enfermedad), los síntomas específicos, la aptitud física y la calidad de vida. En la mayoría de los casos se demostró una fuerte efectividad del ejercicio físico como terapia en enfermedades crónicas.

Está en tus manos. Eres tú quien toma la decisión: ¿quieres tomar tu dosis de actividad física diaria?. Está en ti cambiar y decidir mejorar considerablemente tu calidad de vida a través del ejercicio físico.

Más info | Evidence for prescribing exercise as therapy in chronic disease (revisión completa)

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